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martes, 14 de octubre de 2025

Togainu no Chi - Lost Blood (Prólogo) #02

 

Prólogo #02

Eso fue probablemente lo primero que Akira dijo desde que llegó a este sector.

Como si lo hubieran planeado, ambos miraron a Akira al mismo tiempo, con la misma expresión.

Incluso se reflejaron el uno al otro en la forma en que sus hombros se hundieron, abatidos.

Esto provocó risas entre los espectadores dispersos que habían entrado durante el espectáculo.

Mirando hacia el cielo, Akira volvió a sus pensamientos.

Incluso si el movimiento desapareciera un día, todo estaría bien.

Incluso sin su luz para guiarlos, los que se arrastraban por la tierra encontrarían alguna forma de salir adelante.

En este lugar, había descanso de la tensión de la vida. Por eso Akira seguía encontrándose allí.

Pronto, Ace y Dee se recuperaron, y el sonido de sus bromas volvió a llenar la reconfortante oscuridad.

………………………………………………………………………………………………………..

Sólo una o dos horas después de quedarse dormido, el estruendo de la puerta al abrirse lo arrancó de su preciado descanso.

Unos pasos resonaron con tanta fuerza que hicieron crujir los resortes de la cama, sacando a Akira de su sueño.

Akira: ¿?

En su estado de medio sueño, no podía procesar lo que estaba sucediendo.

Este era el apartamento de Akira, una habitación diminuta en un edificio ruinoso, vacía salvo por una cama, un refrigerador y una pequeña lámpara. El suelo y las paredes eran de hormigón desolado.

Para Akira, que necesitaba poco más que un lugar para comer, dormir y protegerse de la lluvia, era la habitación perfecta; cómoda y vacía de significado.

¿Quién había destrozado su paz y tranquilidad? Probablemente alguien a quien había golpeado en busca de venganza. No sería la primera vez.

Demasiado letárgico para levantarse, permaneció tendido en la cama incluso cuando sintió que se acercaban a él.

Desconocido: Hey, despierta.

Una fracción de segundo después, alguien agarró la parte delantera de su cabello y arrancó su cabeza de la almohada.


Dos hombres con uniformes negros. No eran de Blaster.

El que sujetaba a Akira del pelo parecía nervioso, con el pelo engominado hacia atrás y el rostro delgado. El que estaba detrás de él era corpulento. Ambos llevaban guantes blancos y porras atadas a la cintura.

Policías.

Al ver la mirada fulminante de Akira, el oficial de rostro delgado dejó escapar una carcajada.

Policía A: Que mirada tan arrogante. ¿Tienes algo que decir?

Akira: ….

Sin soltar el cabello de Akira, el hombre le dio un fuerte puñetazo en la cara.

Policía A: Vas a venir con nosotros.

Akira: ¿Por qué?

No tenía idea.

Policía A: Te buscan por asesinato.

Akira: ¿Qué?

¿Asesinato?

Miró al oficial fornido.

Akira: ¿Seguro que no me confundes con otra persona?

Aunque el caos de la posguerra por fin había comenzado a calmarse, el sistema seguía lleno de lagunas. Los arrestos falsos no eran inusuales.

Policía A: ¿Qué estás diciendo?

La sien del oficial de rostro delgado se crispó.

Akira: Suéltame.

Intentó liberarse, pero el hombre sólo lo agarró con más fuerza.

Akira: ……

Policía A: Mierda... Los jóvenes de hoy en día no tienen respeto. ¿Crees que está bien hablarle así a un oficial

El policía de rostro delgado arqueó las cejas y torció los labios en una mueca de desprecio.

Policía A: No tiene sentido hacerse el inocente. Solo añadirás más cargos si te resistes. Eres "Lost", ¿verdad? Supongo que te cansaste de tus peleas de niños, ¿eh? ¿Pasaste a la vida real? ¡Pedazo de mierda!

Si conocían su alias, significaba que también conocían su reputación en la calle.

Dudaba que tuvieran una imagen positiva de Blaster. Sabiendo que era el campeón, probablemente pensaban que era una especie de psicópata.

Policía A: No creas que eres un crack sólo porque eres famoso en esas pequeñas peleas callejeras.

Akira: No fui yo.

Akira espetó en voz baja. El oficial de rostro delgado lo agarró con fuerza por la mandíbula y los obligó a juntar las caras. Sus ojos estaban llenos de desprecio.

Policía A: Podrás poner excusas en la estación.

Dicho esto, soltó el cabello de Akira y se apartó. De inmediato, el corpulento policía agarró a Akira por ambos brazos, lo sacó de la cama a rastras y le sujetó las manos a la espalda.

Akira: Suéltame.

Policía A: ¡Cállate!

Akira: Ngh …

Mientras Akira intentaba quitárselo de encima, el oficial de rostro delgado lo golpeó en la espalda. Fue un golpe despiadado que lo dejó sin aliento.

Policía A: Anda, muévete.

Sonriendo, el oficial de rostro delgado se inclinó hacia delante y golpeó a Akira en un costado de la cara con la punta de su garrote.

El oficial que estaba detrás de él lo ayudó a ponerse de pie y luego lo condujo hacia la puerta principal.

 Más que la falsa acusación, fue su actitud lo que lo enfureció.

Probablemente no habían realizado una investigación seria. Normalmente no le importaba un comino cómo se gobernaba este país, pero eso no significaba que estuviera dispuesto a dejar que estos policías lo pisotearan.

Desconocido: ¿Huh? E-Espera … ¡¿ehh?!

En cuanto Akira cruzó la puerta, oyó una voz familiar. Al girarse, vio un rostro amigable, con los ojos y la boca abiertos.

Era Keisuke, paralizado en el sitio, con la mano extendida hacia el pomo de la puerta. Su mono estaba tan manchado de negro que era difícil distinguir el color original.

Policía A: Estorbas, muévete.

El policía de cara delgada lo empujó a un lado con su garrote.

Keisuke: H-Hey, ¡espera un segundo!

Volviendo en sí mientras se tambaleaba, Keisuke puso una mano frenética sobre el hombro del oficial que sujetaba a Akira.

El oficial lo arrojó hacia atrás con tanta fuerza que Keisuke volvió a tambalearse. Por un instante, pareció sorprendido, pero luego, su ira estalló.

Keisuke: ¡Te estoy diciendo que te detengas! ¡¿Qué es lo que Akira hizo?!

Policía A: ¡Cállate! ¿Quieres que te arreste por obstruir a la autoridad?

Keisuke: ¡Maldito bastardo!

Keisuke se abalanzó sobre ellos, pero el oficial fornido lo apartó con un empujón.

Keisuke: ¡Akira …!

La fuerza del golpe fue excesiva. Keisuke se desplomó con un gemido.

Policía A: ¡Vamos, camina!

Akira miró por encima del hombro mientras lo arrastraban. Keisuke lo observaba con el rostro contraído por el dolor.

Incluso después de que los oficiales lo obligaron a mirar hacia adelante nuevamente, Akira pudo sentir los ojos de Keisuke mirando impotentes su espalda.

………………………………………………………………………………………………………

El escritorio de acero barato y oxidado vibró bajo la mano del detective.

A la luz de la lámpara del escritorio, su rostro parecía un tótem bien tallado. Su ceño era tan feroz que parecía que sus ojos se salían de las órbitas.

Ganimata: ¿Qué tal si simplemente confiesas? ¿huh?

Ya llevaba algún tiempo repitiendo las mismas frases con su envejecido bramido.

Akira se recostó en su silla y miró al techo. Se preguntó si aquel hombre se aburriría alguna vez.

Ganimata: ¿Me estás escuchando? ¡Tu...!

Uchimata: I-Inspector, cálmese...su presión arterial...

El detective de aspecto tímido que tomaba notas cerca intentó calmar al hombre mayor. Sus rasgos demacrados y su tez pálida lo hacían parecer un cadáver ambulante.

Ganimata: Sí, tienes razón. Debería relajarme... Oye, ¿quieres un tazón de cerdo o algo así?"

El detective le preguntó a Akira en un tono de voz algo más moderado, secándose el sudor de la frente con un pañuelo arrugado.

Akira no respondió, por supuesto. Desde el principio, no había respondido a ninguna de sus preguntas.

En última instancia, estaba allí como testigo material, ya que no lo habían identificado definitivamente como el autor. Pero eso no cambiaba el hecho de que esta entrevista tenía como objetivo extraerle una confesión, y de ninguna manera iba a confesar algo que no había hecho.

El rostro del inspector se sonrojó, contorsionándose cada vez más a medida que continuaba el silencio.

Finalmente, empezó a temblar, casi dejando escapar un gruñido antes de perder la paciencia por enésima vez.

Ganimata: ¡Urrgh, olvídate del plato de cerdo! ¡Confiesa, maldita sea! ¡Confiesa!

Uchimata: I-Inspector …

Ganimata: ¡Dame eso!

El inspector le arrebató los documentos al tímido detective y se lamió los dedos, luego hojeó las páginas. Arqueó las cejas.

Ganimata: Veamos... Ciudadano N° 11298-TM-3099, desempleado, sin hermanos, abandonó el hogar después de tres años, ganador del campeonato individual Blaster.

Ganimata: ¿Te fuiste de casa, eh? Lo entendería si te hubieras topado con alguna vieja horrible, pero parecen una pareja perfectamente agradable.

Akira: ……

El lejano recuerdo de sus padres adoptivos afloró en su mente. Habían sido realmente amables. Se consideraba afortunado.

Pero al final, solo eran desconocidos. No compartían lazos de sangre.

El detective se inclinó hacia delante, con la nariz casi tocando los papeles, y miró fijamente a Akira.

Ganimata: Estimamos que el crimen ocurrió alrededor de las 3 de la madrugada. La víctima falleció por shock causado por un traumatismo externo. Alguien lo golpeó de pies a cabeza. No tiene coartada y fue visto a menos de 200 metros de la escena del crimen.

El inspector golpeó los papeles en el escritorio.

Ganimata: ¡No podría ser nadie más que tú!

¿Cómo es que su condición de luchador contra Blaster lo convirtió automáticamente en el culpable?

Podía entender que tuvieran una mala impresión de él, pero eso no les daba derecho a etiquetarlo como criminal.

Akira: No lo hice.

Ganimata: ¡Mentira! ¡Tu lo hiciste! ¡¿No es así?!

Akira: ……

Cuando Akira le devolvió la mirada en silencio, el detective respiró hondo y lo señaló.

Ganimata: Parpadeaste... ¡Acabas de parpadear, ¿no?!

Ganimata: Puedes mantenerte despierto todo lo que quieras, ¡pero tus ojos hablan!

Ganimata: “Así es, detective. Fui yo. Yo lo hice...” ¡O algo así!

A Akira cada vez le importaba menos el rumbo que tomaría la situación.

Si el estado estaba tan decidido a culparlo del crimen, no podía hacer mucho.

Ganimata: ¡Te quedarás aquí hasta que lleguemos al fondo de esto! ¡Tú! ¡Llévatelo!

El inspector escupió las palabras con el rostro enrojecido. Volvió a golpear el escritorio de acero con tanta fuerza que le dejó una abolladura.

Tomando eso como señal, dos policías entraron y tomaron los brazos de Akira.

Eran los mismos oficiales que lo habían arrestado antes.

Policía A: - Vamos. Tenemos una linda habitación elegida para ti. La encontrarás mucho más agradable que esa caseta de perro que llamas hogar.

El oficial de rostro delgado se burló, su voz viscosa en el oído de Akira.

Akira: - ……

Movido por la repulsión, Akira escupió en su mejilla.

Policía A: - Guh ….

Con el rostro contraído por la ira, el oficial se secó la mejilla con el dorso de la mano. Akira rió con desprecio.

Akira: De ser así, entonces deberías entrar tu.

Policía A: ¡Jodete, maldito perro!

En el segundo en que lo sacaron de la sala de interrogatorio, el oficial corpulento juntó los brazos de Akira detrás de él.

El otro oficial desenganchó su garrote. Akira se preparó para lo que venía.

Akira: - ……

Policía A: - Toma esto … ¡¿a don de se fue esa arrogancia tuya?! ¡¿Huh?!

El sordo golpe de su garrote resonó en el pasillo poco iluminado.

Haciendo una mueca, Akira cerró los ojos con fuerza y ​​​​lo soportó sin hacer ningún sonido.

Si dejara escapar siquiera un quejido, les estaría dando exactamente lo que querían.

Policía A: - ¡Vamos! ¡Llora! ¡Déjame escuchar tus lamentos!

Akira: - ¡ ….!

Golpes más fuertes cayeron sobre él mientras lo lanzaban contra la pared.

Vislumbró al oficial de rostro delgado, sonriendo y con los ojos abiertos llenos de alegría sádica.

¿Quién era exactamente el perro rabioso aquí? Todo este país estaba podrido sin remedio. ¿Cómo se suponía que alguien iba a creer en un "futuro mejor"?

Ellos estaban mucho más allá del punto de no retorno.

La paliza continuó, pero cuanto más dolía, más decidido estaba Akira a no darles nada a esos cabrones.

……………………………………………………………………………………………………………..

¿Cuánto tiempo había pasado desde que lo metieron en esa celda?

Lo habían golpeado de pies a cabeza. Un dolor sordo le invadía cada centímetro del cuerpo.

Sin duda, esta cárcel era el edificio más blanco que Akira había visto jamás. Todo era blanco, desde las paredes y el techo hasta el suelo y las sábanas.

Curiosamente, el lugar parecía oscuro y misterioso, a pesar de que la instalación estaba iluminada por tantas luces fluorescentes que apenas podía abrir los ojos.

De vez en cuando oía gemidos extraños o zumbidos desafinados en la distancia.

En todo caso, parecía más un pabellón psiquiátrico de un hospital que un lugar para albergar criminales.

Y, de hecho, eso fue precisamente lo que fue.

Hace varios años, debido al aumento de los delitos relacionados con enfermedades mentales, sobre todo los delitos juveniles, el gobierno decidió que toda conducta delictiva era indicativa de una patología psicológica subyacente. Por lo tanto, las prisiones se convirtieron en instituciones que ofrecían tratamiento psiquiátrico.

El gobierno hizo todo lo posible para cambiar las percepciones existentes sobre las prisiones, por ejemplo, implementando estrictas normas sanitarias y utilizando interiores blancos para enfatizar la esterilidad, pero lo que había adentro no era menos infernal que antes.

Como siempre, al gobierno sólo le importan las apariencias externas.

Se sentía tan prístino allí que le hizo estremecerse. La cama de Akira estaba empapada con el poderoso aroma a desinfectante, más que suficiente para provocarle dolor de cabeza.

En algún lugar, oía a un hombre con voz grave que llamaba a su madre. Quizás la blancura despiadada de su habitación le provocaba alucinaciones.

Mientras Akira miraba sus paredes igualmente blancas, la voz del hombre evocó un recuerdo.

-“¡No eres mi verdadera mamá!”

Akira estaba caminando por una calle residencial cuando un niño irrumpió desde una casa cercana, gritando a todo pulmón.

Una mujer, probablemente su madre, le gritó al niño, pero él salió corriendo sin mirarla ni una vez.

Akira sólo había echado un vistazo breve, pero eso había sido suficiente para ver los moretones y cicatrices que cubrían el cuerpo del niño.

Al final, los extraños eran extraños.

Si bien en otra época las cosas habrían sido distintas, ahora todo estaba irremediablemente desgastado.

Nadie podía permitirse amar a alguien que no fuera un verdadero familiar. En el fondo, la única persona en la que podías confiar era en ti mismo.

El pesado sonido de una puerta al abrirse atravesó el estruendo. Akira salió de su ensoñación. Vio a un guardia pavoneándose por el pasillo.

Deteniéndose frente a la celda de Akira, miró brevemente dentro con el ceño fruncido, luego abrió la cerradura y deslizó los barrotes. Claramente, preferiría estar en cualquier otro lugar.

Carcelero: - Sal, tienes visitantes.

Akira: - ¿Visitantes …?

No se le ocurría nadie que lo hubiera buscado allí. Mientras pensaba en ello, el guardia señaló con impaciencia el pasillo con la barbilla.

Aunque todavía no tenía ningún sentido para él, Akira lentamente obligó a su dolorido cuerpo a levantarse.

La habitación completamente blanca a la que condujeron a Akira parecía una versión blanqueada de su celda.

Si lo encerraban en un lugar como ese, estaba seguro de que se volvería loco en cuestión de horas.

La habitación estaba dividida en el medio por una fina lámina de vidrio, con sillas dispuestas a ambos lados.

Carcelero: - Tienes 10 minutos.

La voz amenazante del guardia resonó en las paredes.

Los misteriosos visitantes de Akira ya estaban esperando al otro lado del cristal.

Una mujer sentada, con un hombre de pie a su lado. Nunca los había visto antes.


A primera vista, casi no parecían reales. Todo en ellos era demasiado pulcro. Demasiado ordenado. Era como ver un par de muñecas de tamaño natural.

Cuando Akira tomó asiento, los estrechos labios de la mujer se abrieron en una sonrisa. Su piel era blanca como la cera.

Desconocida: - Prisionero No. 11298-TM-3099.

Akira nunca se había acostumbrado a los números sin vida que le había asignado el gobierno. Miró a la mujer en silencio.

Lo miró fijamente a los ojos y abrió la boca de nuevo.

Desconocida: - Iré directo al grano. Estamos aquí por el asesinato que cometiste.

Akira: - No soy yo.

Su sonrisa se hizo más profunda.

Desconocida: - Las posibilidades de que te absuelvan son prácticamente nulas.

Akira: ……

¿Quiénes carajos eran estos dos?

Obviamente, no eran civiles comunes. Y considerando su comportamiento...

Desconocida: - Se nos olvidó presentarnos. Soy Emma. Él es Gwen. Somos de los que no decimos para quién trabajamos.

Bueno... sea lo que sea, estaba claro que no estaban allí en su nombre.

Emma: - Volviendo al tema. Como dije, no hay manera de que salgas de esta. Y ya sabes lo que les pasa a los asesinos... ¿no?

Su tono era sugerente, provocador. Lo estaba poniendo a prueba.

Su enojo iba en aumento y Akira respondió.

Akira: - Una sentencia de cadena perpetua ¿no?

Emma: - Sí. ¿Y sabes qué les pasa a los que son condenados a cadena perpetua?

Cadena perpetua …

Bajo las nuevas leyes de este país, todos los asesinos, sin importar las circunstancias, reciben cadena perpetua.

Pero lo que eso realmente significaba era tortura —autorizada por el Estado— que duraba hasta la muerte. A los presos se les impedía suicidarse y se les atormentaba de maneras diseñadas para asegurar que duraran el mayor tiempo posible.

En ocasiones, los asesinos que mataban a personas de formas especialmente atroces se veían obligados a sufrir exactamente el mismo trato que ellos mismos se habían infligido.

Todo era para controlar la creciente tasa de crímenes violentos... o eso afirmaba el gobierno.

Emma: - A este paso, seguramente recibirás cadena perpetua.

Akira: - No soy yo.

Akira fulminó a Emma con la mirada; sus palabras estaban cargadas de ira. Más que temer la muerte o el castigo, lo enfurecía este trato atroz.

Emma levantó la barbilla, un gesto de desprecio.

Emma: - Por mucho que proclames tu inocencia, todo se acaba cuando te sentencian en el tribunal.

Akira: - ……

Emma: - Escucha. No vinimos hasta aquí solo para decirte cuál es tu destino. Vayamos al grano.

Los ojos de Emma tenían una luz desafiante.

Emma: - Estamos dispuestos a liberarte, siempre y cuando cumplas nuestras condiciones.

TRADUCCIÓN: SAKURADA DI





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