Prólogo #02
Eso fue probablemente lo primero que
Akira dijo desde que llegó a este sector.
Como si lo hubieran planeado, ambos
miraron a Akira al mismo tiempo, con la misma expresión.
Incluso se reflejaron el uno al otro en
la forma en que sus hombros se hundieron, abatidos.
Esto provocó risas entre los
espectadores dispersos que habían entrado durante el espectáculo.
Mirando hacia el cielo, Akira volvió a
sus pensamientos.
Incluso si el movimiento desapareciera
un día, todo estaría bien.
Incluso sin su luz para guiarlos, los
que se arrastraban por la tierra encontrarían alguna forma de salir adelante.
En este lugar, había descanso de la
tensión de la vida. Por eso Akira seguía encontrándose allí.
Pronto, Ace y Dee se recuperaron, y el
sonido de sus bromas volvió a llenar la reconfortante oscuridad.
………………………………………………………………………………………………………..
Sólo una o dos horas después de
quedarse dormido, el estruendo de la puerta al abrirse lo arrancó de su
preciado descanso.
Unos pasos resonaron con tanta fuerza
que hicieron crujir los resortes de la cama, sacando a Akira de su sueño.
Akira: ¿?
En su estado de medio sueño, no podía
procesar lo que estaba sucediendo.
Este era el apartamento de Akira, una
habitación diminuta en un edificio ruinoso, vacía salvo por una cama, un
refrigerador y una pequeña lámpara. El suelo y las paredes eran de hormigón
desolado.
Para Akira, que necesitaba poco más que
un lugar para comer, dormir y protegerse de la lluvia, era la habitación
perfecta; cómoda y vacía de significado.
¿Quién había destrozado su paz y
tranquilidad? Probablemente alguien a quien había golpeado en busca de
venganza. No sería la primera vez.
Demasiado letárgico para levantarse,
permaneció tendido en la cama incluso cuando sintió que se acercaban a él.
Desconocido: Hey, despierta.
Una fracción de segundo después,
alguien agarró la parte delantera de su cabello y arrancó su cabeza de la
almohada.
Dos hombres con uniformes negros. No
eran de Blaster.
El que sujetaba a Akira del pelo
parecía nervioso, con el pelo engominado hacia atrás y el rostro delgado. El
que estaba detrás de él era corpulento. Ambos llevaban guantes blancos y porras
atadas a la cintura.
Policías.
Al ver la mirada fulminante de Akira,
el oficial de rostro delgado dejó escapar una carcajada.
Policía A: Que mirada tan arrogante.
¿Tienes algo que decir?
Akira: ….
Sin soltar el cabello de Akira, el
hombre le dio un fuerte puñetazo en la cara.
Policía A: Vas a venir con nosotros.
Akira: ¿Por qué?
No tenía idea.
Policía A: Te buscan por asesinato.
Akira: ¿Qué?
¿Asesinato?
Miró al oficial fornido.
Akira: ¿Seguro que no me confundes con
otra persona?
Aunque el caos de la posguerra por fin
había comenzado a calmarse, el sistema seguía lleno de lagunas. Los arrestos
falsos no eran inusuales.
Policía A: ¿Qué estás diciendo?
La sien del oficial de rostro delgado
se crispó.
Akira: Suéltame.
Intentó liberarse, pero el hombre sólo
lo agarró con más fuerza.
Akira: ……
Policía A: Mierda... Los jóvenes de hoy
en día no tienen respeto. ¿Crees que está bien hablarle así a un oficial
El policía de rostro delgado arqueó las
cejas y torció los labios en una mueca de desprecio.
Policía A: No tiene sentido hacerse el
inocente. Solo añadirás más cargos si te resistes. Eres "Lost",
¿verdad? Supongo que te cansaste de tus peleas de niños, ¿eh? ¿Pasaste a la
vida real? ¡Pedazo de mierda!
Si conocían su alias, significaba que
también conocían su reputación en la calle.
Dudaba que tuvieran una imagen positiva
de Blaster. Sabiendo que era el campeón, probablemente pensaban que era una
especie de psicópata.
Policía A: No creas que eres un crack
sólo porque eres famoso en esas pequeñas peleas callejeras.
Akira: No fui yo.
Akira espetó en voz baja. El oficial de
rostro delgado lo agarró con fuerza por la mandíbula y los obligó a juntar las
caras. Sus ojos estaban llenos de desprecio.
Policía A: Podrás poner excusas en la
estación.
Dicho esto, soltó el cabello de Akira y
se apartó. De inmediato, el corpulento policía agarró a Akira por ambos brazos,
lo sacó de la cama a rastras y le sujetó las manos a la espalda.
Akira: Suéltame.
Policía A: ¡Cállate!
Akira: Ngh …
Mientras Akira intentaba quitárselo de
encima, el oficial de rostro delgado lo golpeó en la espalda. Fue un golpe
despiadado que lo dejó sin aliento.
Policía A: Anda, muévete.
Sonriendo, el oficial de rostro delgado
se inclinó hacia delante y golpeó a Akira en un costado de la cara con la punta
de su garrote.
El oficial que estaba detrás de él lo
ayudó a ponerse de pie y luego lo condujo hacia la puerta principal.
Más que la falsa acusación, fue su actitud lo
que lo enfureció.
Probablemente no habían realizado una
investigación seria. Normalmente no le importaba un comino cómo se gobernaba
este país, pero eso no significaba que estuviera dispuesto a dejar que estos
policías lo pisotearan.
Desconocido: ¿Huh? E-Espera … ¡¿ehh?!
En cuanto Akira cruzó la puerta, oyó
una voz familiar. Al girarse, vio un rostro amigable, con los ojos y la boca
abiertos.
Era Keisuke, paralizado en el sitio,
con la mano extendida hacia el pomo de la puerta. Su mono estaba tan manchado
de negro que era difícil distinguir el color original.
Policía A: Estorbas, muévete.
El policía de cara delgada lo empujó a
un lado con su garrote.
Keisuke: H-Hey, ¡espera un segundo!
Volviendo en sí mientras se tambaleaba,
Keisuke puso una mano frenética sobre el hombro del oficial que sujetaba a
Akira.
El oficial lo arrojó hacia atrás con
tanta fuerza que Keisuke volvió a tambalearse. Por un instante, pareció
sorprendido, pero luego, su ira estalló.
Keisuke: ¡Te estoy diciendo que te
detengas! ¡¿Qué es lo que Akira hizo?!
Policía A: ¡Cállate! ¿Quieres que te
arreste por obstruir a la autoridad?
Keisuke: ¡Maldito bastardo!
Keisuke se abalanzó sobre ellos, pero
el oficial fornido lo apartó con un empujón.
Keisuke: ¡Akira …!
La fuerza del golpe fue excesiva.
Keisuke se desplomó con un gemido.
Policía A: ¡Vamos, camina!
Akira miró por encima del hombro
mientras lo arrastraban. Keisuke lo observaba con el rostro contraído por el
dolor.
Incluso después de que los oficiales lo
obligaron a mirar hacia adelante nuevamente, Akira pudo sentir los ojos de
Keisuke mirando impotentes su espalda.
………………………………………………………………………………………………………
El escritorio de acero barato y oxidado
vibró bajo la mano del detective.
A la luz de la lámpara del escritorio,
su rostro parecía un tótem bien tallado. Su ceño era tan feroz que parecía que
sus ojos se salían de las órbitas.
Ganimata: ¿Qué tal si simplemente
confiesas? ¿huh?
Ya llevaba algún tiempo repitiendo las
mismas frases con su envejecido bramido.
Akira se recostó en su silla y miró al
techo. Se preguntó si aquel hombre se aburriría alguna vez.
Ganimata: ¿Me estás escuchando? ¡Tu...!
Uchimata: I-Inspector, cálmese...su
presión arterial...
El detective de aspecto tímido que
tomaba notas cerca intentó calmar al hombre mayor. Sus rasgos demacrados y su
tez pálida lo hacían parecer un cadáver ambulante.
Ganimata: Sí, tienes razón. Debería
relajarme... Oye, ¿quieres un tazón de cerdo o algo así?"
El detective le preguntó a Akira en un
tono de voz algo más moderado, secándose el sudor de la frente con un pañuelo
arrugado.
Akira no respondió, por supuesto. Desde
el principio, no había respondido a ninguna de sus preguntas.
En última instancia, estaba allí como
testigo material, ya que no lo habían identificado definitivamente como el
autor. Pero eso no cambiaba el hecho de que esta entrevista tenía como objetivo
extraerle una confesión, y de ninguna manera iba a confesar algo que no había
hecho.
El rostro del inspector se sonrojó,
contorsionándose cada vez más a medida que continuaba el silencio.
Finalmente, empezó a temblar, casi
dejando escapar un gruñido antes de perder la paciencia por enésima vez.
Ganimata: ¡Urrgh, olvídate del plato de
cerdo! ¡Confiesa, maldita sea! ¡Confiesa!
Uchimata: I-Inspector …
Ganimata: ¡Dame eso!
El inspector le arrebató los documentos
al tímido detective y se lamió los dedos, luego hojeó las páginas. Arqueó las
cejas.
Ganimata: Veamos... Ciudadano N°
11298-TM-3099, desempleado, sin hermanos, abandonó el hogar después de tres
años, ganador del campeonato individual Blaster.
Ganimata: ¿Te fuiste de casa, eh? Lo
entendería si te hubieras topado con alguna vieja horrible, pero parecen una
pareja perfectamente agradable.
Akira: ……
El lejano recuerdo de sus padres
adoptivos afloró en su mente. Habían sido realmente amables. Se consideraba
afortunado.
Pero al final, solo eran desconocidos.
No compartían lazos de sangre.
El detective se inclinó hacia delante,
con la nariz casi tocando los papeles, y miró fijamente a Akira.
Ganimata: Estimamos que el crimen
ocurrió alrededor de las 3 de la madrugada. La víctima falleció por shock
causado por un traumatismo externo. Alguien lo golpeó de pies a cabeza. No
tiene coartada y fue visto a menos de 200 metros de la escena del crimen.
El inspector golpeó los papeles en el
escritorio.
Ganimata: ¡No podría ser nadie más que
tú!
¿Cómo es que su condición de luchador
contra Blaster lo convirtió automáticamente en el culpable?
Podía entender que tuvieran una mala
impresión de él, pero eso no les daba derecho a etiquetarlo como criminal.
Akira: No lo hice.
Ganimata: ¡Mentira! ¡Tu lo hiciste!
¡¿No es así?!
Akira: ……
Cuando Akira le devolvió la mirada en
silencio, el detective respiró hondo y lo señaló.
Ganimata: Parpadeaste... ¡Acabas de
parpadear, ¿no?!
Ganimata: Puedes mantenerte despierto
todo lo que quieras, ¡pero tus ojos hablan!
Ganimata: “Así es, detective. Fui yo.
Yo lo hice...” ¡O algo así!
A Akira cada vez le importaba menos el
rumbo que tomaría la situación.
Si el estado estaba tan decidido a
culparlo del crimen, no podía hacer mucho.
Ganimata: ¡Te quedarás aquí hasta que
lleguemos al fondo de esto! ¡Tú! ¡Llévatelo!
El inspector escupió las palabras con
el rostro enrojecido. Volvió a golpear el escritorio de acero con tanta fuerza
que le dejó una abolladura.
Tomando eso como señal, dos policías
entraron y tomaron los brazos de Akira.
Eran los mismos oficiales que lo habían
arrestado antes.
Policía A: - Vamos. Tenemos una linda
habitación elegida para ti. La encontrarás mucho más agradable que esa caseta
de perro que llamas hogar.
El oficial de rostro delgado se burló,
su voz viscosa en el oído de Akira.
Akira: - ……
Movido por la repulsión, Akira escupió
en su mejilla.
Policía A: - Guh ….
Con el rostro contraído por la ira, el
oficial se secó la mejilla con el dorso de la mano. Akira rió con desprecio.
Akira: De ser así, entonces deberías
entrar tu.
Policía A: ¡Jodete, maldito perro!
En el segundo en que lo sacaron de la
sala de interrogatorio, el oficial corpulento juntó los brazos de Akira detrás
de él.
El otro oficial desenganchó su garrote.
Akira se preparó para lo que venía.
Akira: - ……
Policía A: - Toma esto … ¡¿a don de se
fue esa arrogancia tuya?! ¡¿Huh?!
El sordo golpe de su garrote resonó en
el pasillo poco iluminado.
Haciendo una mueca, Akira cerró los
ojos con fuerza y lo soportó sin hacer ningún sonido.
Si dejara escapar siquiera un quejido,
les estaría dando exactamente lo que querían.
Policía A: - ¡Vamos! ¡Llora! ¡Déjame
escuchar tus lamentos!
Akira: - ¡ ….!
Golpes más fuertes cayeron sobre él
mientras lo lanzaban contra la pared.
Vislumbró al oficial de rostro delgado,
sonriendo y con los ojos abiertos llenos de alegría sádica.
¿Quién era exactamente el perro rabioso
aquí? Todo este país estaba podrido sin remedio. ¿Cómo se suponía que alguien
iba a creer en un "futuro mejor"?
Ellos estaban mucho más allá del punto
de no retorno.
La paliza continuó, pero cuanto más
dolía, más decidido estaba Akira a no darles nada a esos cabrones.
……………………………………………………………………………………………………………..
¿Cuánto tiempo había pasado desde que
lo metieron en esa celda?
Lo habían golpeado de pies a cabeza. Un
dolor sordo le invadía cada centímetro del cuerpo.
Sin duda, esta cárcel era el edificio
más blanco que Akira había visto jamás. Todo era blanco, desde las paredes y el
techo hasta el suelo y las sábanas.
Curiosamente, el lugar parecía oscuro y
misterioso, a pesar de que la instalación estaba iluminada por tantas luces
fluorescentes que apenas podía abrir los ojos.
De vez en cuando oía gemidos extraños o
zumbidos desafinados en la distancia.
En todo caso, parecía más un pabellón
psiquiátrico de un hospital que un lugar para albergar criminales.
Y, de hecho, eso fue precisamente lo
que fue.
Hace varios años, debido al aumento de
los delitos relacionados con enfermedades mentales, sobre todo los delitos
juveniles, el gobierno decidió que toda conducta delictiva era indicativa de
una patología psicológica subyacente. Por lo tanto, las prisiones se
convirtieron en instituciones que ofrecían tratamiento psiquiátrico.
El gobierno hizo todo lo posible para
cambiar las percepciones existentes sobre las prisiones, por ejemplo,
implementando estrictas normas sanitarias y utilizando interiores blancos para
enfatizar la esterilidad, pero lo que había adentro no era menos infernal que
antes.
Como siempre, al gobierno sólo le
importan las apariencias externas.
Se sentía tan prístino allí que le hizo
estremecerse. La cama de Akira estaba empapada con el poderoso aroma a
desinfectante, más que suficiente para provocarle dolor de cabeza.
En algún lugar, oía a un hombre con voz
grave que llamaba a su madre. Quizás la blancura despiadada de su habitación le
provocaba alucinaciones.
Mientras Akira miraba sus paredes
igualmente blancas, la voz del hombre evocó un recuerdo.
-“¡No eres mi verdadera mamá!”
Akira estaba caminando por una calle
residencial cuando un niño irrumpió desde una casa cercana, gritando a todo
pulmón.
Una mujer, probablemente su madre, le
gritó al niño, pero él salió corriendo sin mirarla ni una vez.
Akira sólo había echado un vistazo
breve, pero eso había sido suficiente para ver los moretones y cicatrices que
cubrían el cuerpo del niño.
Al final, los extraños eran extraños.
Si bien en otra época las cosas habrían
sido distintas, ahora todo estaba irremediablemente desgastado.
Nadie podía permitirse amar a alguien
que no fuera un verdadero familiar. En el fondo, la única persona en la que
podías confiar era en ti mismo.
El pesado sonido de una puerta al
abrirse atravesó el estruendo. Akira salió de su ensoñación. Vio a un guardia
pavoneándose por el pasillo.
Deteniéndose frente a la celda de
Akira, miró brevemente dentro con el ceño fruncido, luego abrió la cerradura y
deslizó los barrotes. Claramente, preferiría estar en cualquier otro lugar.
Carcelero: - Sal, tienes visitantes.
Akira: - ¿Visitantes …?
No se le ocurría nadie que lo hubiera
buscado allí. Mientras pensaba en ello, el guardia señaló con impaciencia el
pasillo con la barbilla.
Aunque todavía no tenía ningún sentido
para él, Akira lentamente obligó a su dolorido cuerpo a levantarse.
La habitación completamente blanca a la
que condujeron a Akira parecía una versión blanqueada de su celda.
Si lo encerraban en un lugar como ese,
estaba seguro de que se volvería loco en cuestión de horas.
La habitación estaba dividida en el
medio por una fina lámina de vidrio, con sillas dispuestas a ambos lados.
Carcelero: - Tienes 10 minutos.
La voz amenazante del guardia resonó en
las paredes.
Los misteriosos visitantes de Akira ya
estaban esperando al otro lado del cristal.
Una mujer sentada, con un hombre de pie
a su lado. Nunca los había visto antes.
A primera vista, casi no parecían
reales. Todo en ellos era demasiado pulcro. Demasiado ordenado. Era como ver un
par de muñecas de tamaño natural.
Cuando Akira tomó asiento, los
estrechos labios de la mujer se abrieron en una sonrisa. Su piel era blanca
como la cera.
Desconocida: - Prisionero No.
11298-TM-3099.
Akira nunca se había acostumbrado a los
números sin vida que le había asignado el gobierno. Miró a la mujer en
silencio.
Lo miró fijamente a los ojos y abrió la
boca de nuevo.
Desconocida: - Iré directo al grano.
Estamos aquí por el asesinato que cometiste.
Akira: - No soy yo.
Su sonrisa se hizo más profunda.
Desconocida: - Las posibilidades de que
te absuelvan son prácticamente nulas.
Akira: ……
¿Quiénes carajos eran estos dos?
Obviamente, no eran civiles comunes. Y
considerando su comportamiento...
Desconocida: - Se nos olvidó
presentarnos. Soy Emma. Él es Gwen. Somos de los que no decimos para quién
trabajamos.
Bueno... sea lo que sea, estaba claro
que no estaban allí en su nombre.
Emma: - Volviendo al tema. Como dije,
no hay manera de que salgas de esta. Y ya sabes lo que les pasa a los
asesinos... ¿no?
Su tono era sugerente, provocador. Lo
estaba poniendo a prueba.
Su enojo iba en aumento y Akira
respondió.
Akira: - Una sentencia de cadena
perpetua ¿no?
Emma: - Sí. ¿Y sabes qué les pasa a los
que son condenados a cadena perpetua?
Cadena perpetua …
Bajo las nuevas leyes de este país,
todos los asesinos, sin importar las circunstancias, reciben cadena perpetua.
Pero lo que eso realmente significaba
era tortura —autorizada por el Estado— que duraba hasta la muerte. A los presos
se les impedía suicidarse y se les atormentaba de maneras diseñadas para
asegurar que duraran el mayor tiempo posible.
En ocasiones, los asesinos que mataban
a personas de formas especialmente atroces se veían obligados a sufrir
exactamente el mismo trato que ellos mismos se habían infligido.
Todo era para controlar la creciente
tasa de crímenes violentos... o eso afirmaba el gobierno.
Emma: - A este paso, seguramente
recibirás cadena perpetua.
Akira: - No soy yo.
Akira fulminó a Emma con la mirada; sus
palabras estaban cargadas de ira. Más que temer la muerte o el castigo, lo
enfurecía este trato atroz.
Emma levantó la barbilla, un gesto de
desprecio.
Emma: - Por mucho que proclames tu
inocencia, todo se acaba cuando te sentencian en el tribunal.
Akira: - ……
Emma: - Escucha. No vinimos hasta aquí
solo para decirte cuál es tu destino. Vayamos al grano.
Los ojos de Emma tenían una luz
desafiante.
Emma: - Estamos dispuestos a liberarte,
siempre y cuando cumplas nuestras condiciones.
TRADUCCIÓN: SAKURADA DI
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