Un denso aroma a vegetación golpeó su nariz cuando abandonó el santuario. El día casi había terminado, pero la luz del exterior todavía estaba brillante, lo que hizo que Konoe entrecerrara los ojos.
Se
dio cuenta de que habían estado en el santuario durante mucho tiempo.
Mientras
caminaban por el bosque de regreso a la ciudad, Rai repentinamente abrió la
boca.
Rai:
Vamos al lugar que el chamán habló.
Konoe:
¿No dijiste que él no era confiable?
Rai:
No tenemos otra pista.
Konoe:
¿Y si es una trampa?
Rai:
Pensaremos en eso cuando llegue ese momento. ¿No dijiste eso antes?
Cuando
llegaron al pueblo, la masa de gatos y edificios extraños se extendió ante
ellos, teñidos con la luz del atardecer. Era como una extraña masa retorciéndose
en un mar rojo. La historia del chamán era confusa, sus palabras estaban
grabadas en la mente de Konoe.
Sin
embargo, su significado se filtró gradualmente en las profundidades de su pecho
a medida que pasaba el tiempo.
Varios
demonios, y una existencia que se apoderó de su futuro. Parecía una historia
increíble, pero tampoco podía imaginar que el chamán imposiblemente viejo les
estuviera mintiendo. Perplejo, no sabía a dónde ir desde aquí.
No
podía pensar con claridad. Dejando escapar un suspiro melancólico, Konoe regresó
a la posada con Rai.
Pasaron
por el mostrador de recepción vacío y subieron al segundo piso, entrando en la
habitación. En el interior, la habitación estaba teñida de bermellón por la
puesta de la luna. Rai se acercó a la ventana y, mirando hacia la ciudad, abrió
la boca.
Rai:
Dejemos la ciudad enseguida.
Konoe:
¿Ahora?
Rai:
Nuestro objetivo ha quedado claro ahora. Quedarse aquí sería una pérdida de
tiempo. Además, si te atacaran en la carretera principal, causaría un motín. No
podemos hacer nada en esta ciudad.
Ciertamente
esto era correcto. Pero había un gato que cruzó por la mente de Konoe.